La
manteca
de karité
es una grasa extraída de la nuez que produce el árbol del mismo
nombre, que crece en la sabana de África
central y
occidental (especialmente en
Burkina Faso, Costa de Marfil,
Malí y Sudán,
donde se encuentran los árboles de mejor calidad, gracias a la
constitución de su subsuelo) donde, tradicionalmente, ha constituido
una de las principales grasas de la dieta de las tribus de la zona.
El
karité
(Vitellaria
paradoxa)
es un árbol de hasta 15 metros de altura. El nombre de karité
significa
árbol
de mantequilla.
Este árbol puede vivir hasta tres siglos y el diámetro del tronco
puede medir hasta un metro.
Tradicionalmente
en África del Oeste, sus frutos se llaman nueces, estos frutos son
drupas
carnosas
con una almendra
de
cáscara fina. Se obtiene, tras ebullición y triturado de estas
almendras, una grasa vegetal llamada manteca
de karité.
Esta sustancia es comestible y utilizada tradicionalmente en la
cocina local, también se utiliza en la industria chocolatera como
sustituto de la manteca de cacao.
Da
sus primeros frutos tras 15 años. Aunque, se considera que alcanza
su edad adulta hacia los treinta años, en este momento se puede
obtener hasta 20 kg de frutos, es decir 5 kg de almendras secas, de
las cuales se obtendrá aproximadamente 1 kg de manteca de karité.
Entre los cincuenta y los cien años de edad se obtiene la mayor
cantidad de frutos, lo cual dificulta su cultivo.
La
manteca de karité está compuesta principalmente de ácido palmítico
(2-6%); ácido esteárico (15-25%); ácido oleico (60-70%); ácido
linolénico (5-15%); ácido linoleico(<1%).
La manteca, que se obtiene de la maceración del fruto, ha sido durante mucho tiempo el único cosmético de las mujeres africanas, que lo viene utilizando como poderoso hidratante nutritivo, para evitar la descamación de la piel, así como para cuidar y proteger los cabellos secos y estropeados.